Hace pocos días tuve la grandiosa oportunidad de compartir con una hermosa gatita que se llevó mi corazón, fue extraño al inicio, pero con el tiempo logré entender su personalidad independiente, su extremada limpieza y su sentido de la recompensa, pues siempre estuvo dispuesta a acostarse en mi regazo y entregarme su cariño y ronroneos si mantenía todo como a ella le gusta: la comida y el agua al tope, una cajita limpia y una sala soleada con juegos siempre disponibles. Les cuento que me quedé esperando el momento en que pudiera descifrar lo que quería con su mirada o sus maullidos, como siempre lo hice con los perros; que además anhelé que me saludará efusivamente, que latiera su cola sin control y que no parara de jugar en la puerta cuando regresaba de algún lugar. Al final, y en vista de mis frustradas expectativas, me acostumbré a sobrellevar su voluntariosa actitud y a esperar sólo lo que ella me quisiera dar. Si leen este artículo en búsqueda de una experiencia gatuna ideal, les comparto que ésta fue una de las más amorosas y enriquecedoras de mi vida, pierdan el miedo ¡ADOPTEN!